A principios de los años 20, Rodrigo era un pianista espléndido y un estudiante de composición fascinado por las corrientes más importantes del arte. Ravel y Stravinski eran dos de sus grandes referencias. Rodrigo decidió irse a París y en 1927 siguió los pasos de Falla, Albéniz y Turina. Durante su vida, Rodrigo compuso al menos 26 piezas para guitarra además del Concierto de Aranjuez, con lo que contribuyó decisivamente a dignificar la guitarra como instrumento de concierto. Algunos hablan de Rodrigo como artista cercano a la Generación del 27, grupo al que estuvo unido, sobre todo, a través de su amigo Regino Sainz de la Maza, motor y vehículo de transmisión de su música, y solista en el estreno de la obra cumbre del compositor, que se la dedicó al guitarrista. Otra de sus famosas obras para guitarra es la dedicada al legendario Andrés Segovia, su Fantasía para un Gentilhombre, para guitarra y orquesta.
También compuso conciertos para dúo y cuarteto de guitarras, además de piezas magistrales para guitarra sola. En su juventud, de acuerdo a los críticos musicales, sus composiciones hacen remembranza a Granados. En París Rodrigo estudió composición con Paul Dukas y allí se hizo amigo de Manuel de Falla. En esta ciudad conoce a la pianista turca Victoria Kamhi, su futura esposa. Durante la guerra civil española, Rodrigo permaneció unos años en Friburgo, y a su vuelta a España asume un puesto en el departamento de Música de Radio Madrid.
Cuando se instaló en Madrid, el compositor trabajó como crítico musical en los diarios Pueblo, Marca y Madrid, además de dedicarse a la docencia. Tras el estreno de su obra magna, en 1940 en Barcelona, Rodrigo no paró de componer. Lo hizo en todos los géneros y estilos; musicalizó ballets y películas, escribió canciones, zarzuelas, piezas vocales, para piano y para orquesta… No dejó de hacerlo hasta los años 80, que con los 90 fueron tiempos de premios y reconocimiento.