Entre 1919 a 1923 viajó a Sud América donde realizó varios conciertos. Para el año 1924, cuando ofreció su primer recital en París, su fama ya traspasó las fronteras de su país y era considerado el más destacado ejecutante de guitarra de su tiempo. Aquí comenzaron los sacrificios de su devota vida de artista que permitieron expandir la literatura guitarrística existente y abrir la demanda por nuevas creaciones.
Segovia se convirtió en el personaje más importante, encargado de reestablecer la guitarra como instrumento de concierto. Expandió enormemente el repertorio disponible para este instrumento mediante la trascripción de más de 150 obras originalmente escritas para laúd, vihuela, clavicordio de compositores como François Couperin, Jean-Philippe Rameau, Johann Sebastian Bach, despertó interés por obras desconocidas del siglo XIX, de Sor, Giuliani, Aguado, etc., además de aportar con sus propias composiciones.
Segovia también incentivó a que grandes compositores del siglo XX compusieran para guitarra, compositores tales como Mario Castelnuovo-Tedesco, Manuel María Ponce, Heitor Villa-Lobos, Federico Moreno Torroba, Federico Mompou, Joaquín Rodrigo, Albert Roussel, Alfredo Casella, Joaquín Turina, etc.
Sus clases magistrales desarrollaron nuevos talentos en la interpretación y enseñanza de la guitarra. En 1987 se afirma en Japón que su arte ejerció una influencia directa sobre más de 2 millones de estudiantes de guitarra o ejecutantes aficionados. Segovia continuó dando conciertos hasta después de los 90 años de edad. El legendario Andrés Segovia muere un 2 de junio de 1987, en Madrid España.