En la música, como en todas las artes y disciplinas, el área pedagógica es de vital interés y primacía. En este campo la República Dominicana ha tenido músicos a quienes debemos recordar con sumo respeto y admiración.
Porque abrir por iniciativa privada una escuela para la enseñanza del arte de los sonidos, tanto en el pasado como aún en el presente, en un país que vive confrontando severos problemas en los aspectos fundamentales para el crecimiento del ser humano, es casi una utopía. Pero esos maestros han existido, y existen; he aquí los primeros que crearon y dirigieron centros musicales:
En la calle Mercedes se fundó el 15 de julio de 1855 la primera Escuela de Música de la que tenemos noticia. Sus profesores fueron José Francisco Quero y Fermín Bastidas, quienes enseñaban solfeo, canto, violín, viola, chelo, guitarra y flauta.
El padre Francisca Xavier Billini dirigió la Academia de Música y el Coro del Colegio San Luis Gonzaga, creados el 1 de septiembre de 1869.
El 18 de marzo de 1872 quedó, insta, lado el Orfeón del Ateneo Dominicano para clases teórico, prácticas y vocales. Para tener acceso al Orfeón había que pagar cincuenta centavos mensuales, pero quedaba exento de este pago todo aquel que, habiendo comprobado su limitado y pobre estado económico, tuviera «buena voz o buen oído».
Por iniciativa de Mons. Fernando Arturo de Meriño se abrió el 1 de marzo de 1885 en Santo Domingo una escuela de música que fue dirigida por el sacerdote español Andrés Requena, excelente músico que realizó una intensa y perdurable labor en la capital, y luego en San Francisco de Macorís.
La primera institución de música con carácter oficial fue el Liceo Musical, fundado en Santo Domingo en 1908; allí debían presentar sus exámenes los estudiantes de centros privados y de Academias Municipales de los distintos puntos del país.
El Liceo, donde se impartían clases de teoría y solfeo, piano, canto y de algunos instrumentos de viento y de cuerdas, tuvo como único Director al maestro José de Jesús Ravelo. A pesar de ser una escuela Jesús Ravelo. A pesar de ser una escuela oficial contó con muy poca ayuda y estímulo de parte de las altas autoridades.
En 1941 el Liceo fue cerrado; reorganizado y ampliado, quedó convertido en Conservatorio Nacional de Música y Declamación.
El estudio José Manuel Jiménez, dirigido de 1936 a 1946 por la profesora alemana Manuela Jiménez, fue la institución que en forma privada e independientemente del Liceo impulsó el estudio del piano. Las directrices de la profesora Jiménez enfatizaron la necesidad de compartir la práctica del instrumento con una amplia cultura musical y general.
El éxito de profesionales nacionales egresados del Liceo Musical, Luis Mena, Elila Mena, Mary Siragusa, Gracita Senior Manuel Rueda, y del Estudio José Manuel Jiménez, Aída Bonnelly y René Rodríguez, así como otros pianistas que antes estudiaron en el Liceo, es prueba fehaciente del alto grado pedagógico de dichos centros.
La creación del Conservatorio Nacional de Música, consolidada en sus primeros años por el apoyo del gobierno e impulsada por profesionales europeos, hizo posible la unificación y fijación de planes de estudios más ambiciosos y amplios, lo que inyectó
una dinámica moderna a la enseñanza de la música.
A pesar de que en esta parte tratamos de escuelas e instituciones musicales, no podemos pasar por alto la labor de tres músicos que se dedicaron en cuerpo y alma a la enseñanza; son ellos Máximo Soler, Francisco Soñé y José Ovidio García.
Máximo Soler (Santo Domingo, 1859, 1922, San Pedro de Macorís) fue miembro fundador de la Banda Municipal de Santo Domingo y del Liceo Musical, donde fungió como Subdirector y .corno profesor de bombardino, clarinete y de teoría y solfeo.
Llegó a tener fama en el área pedagógica, contándose entre sus alumnos a Flérida de Nolasco, Luis Mena y Esteban Peña Morell.
Don Máximo compuso pasodobles, danzas, polkas y mazurkas, siendo su obra más conocida la comedia musical La Góndola Azul, con texto de Armando Óscar Pacheco.
Francisco Soñé (Jarabacoa, 1860, 1949, La Vega) estudió y realizó su labor educativa en la Vega. Aunque tocaba varios instrumentos, sobresalió en el clarinete. Fue encargado de formar la Banda y la Academia de Música Municipales veganas; en esta Academia estudiaron bajo su guía numerosos músicos, entre ellos Gabriel del Orbe y el clarinetista Juan Bautista Espínola.
Don Francisco y su esposa sustentaron un pensamiento socialista que llevaron a la práctica; durante años ofrecieron clases de música de forma gratuita a familias’ de escasos recursos a las que, además, protegieron y ayudaron.
La escuela de Bellas Artes de La Vega lleva en su honor el nombre de «Francisco Soñé».
José Ovidio García (La Vega, 1862, 1920, Santiago de los Caballeros), Director de la Banda y de la Academia Municipal de Santiago, desarrolló su gran labor musical en dicha ciudad como clarinetista, promotor de conciertos y profesor de música. Fundó y dirigió el Centro Lírico «Rafael Ildefonso Arte», que llegó a ser la agrupación más importante de entonces en el Cibao.
El maestro García impartía clases de teoría y solfeo, de armonía y de varios instrumentos de viento; se vio precisado a dominar estos para poder enseñarlos a su alumnado. Entre sus más sobresalientes pupilos estuvieron Juan Francisco García, Ramón Díaz y Pedro Echavarría Lazala.
Los dos hijos del educador, José Ovidio, Josecito, y Carlos Manuel, fueron músicos reconocidos.
José Ovidio, Josecito, García Vila (1888, 1919) fue un virtuoso pianista que cumplió giras de concierto por Centro y Sudamérica. Se desempeñó como organista y maestro de piano de Julio Alberto Hernández y Rafael Vega, entre otros. Compuso piezas de dife- rentes géneros, pero es una pena que sus repertorio haya desaparecido, pues incluía veintidós Estudios para piano y un Concierto para piano y orquesta, el primero compuesto por un dominicano.
Carlos Manuel García Vila (1893, 1919), violinista, era concertino del Centro Lírico y primer violín de Quinteto Eslava: entre sus alumnos más sobresalientes estuvo Luis Rivera.
Ambos hermanos se contagiaron de la influenza que en forma de epidemia azotó a Santiago en 1919, falleciendo con una diferencia de ocho días (Carlos Manuel el 14 de enero y Josecito el 22). Esta pérdida resultó una carga excesiva para don José Ovidio, quien sucumbió al año siguiente.
El maestro García siempre estimuló a sus alumnos al aprendizaje y el conocimiento de los más variados aspectos de la música Fue autor de una Marcha Procesional una Polka y Polonesa con solo de cornetín, cinco danzas, dos valses y un Himno a Capo’ o. El nombre de este gran maestro y músico honra el Liceo Musical de Santiago.