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FORMACIÓN DEL CORO ESCOLAR EN SUS DIVERSOS NIVELES

El coro escolar merece un trato especial, porque representa la actividad musical realizada por niños y adolescentes que no actúan por especial vocación, conformando un material humano heterogéneo librado exclusivamente a la capacidad didáctica del maestro.
Por tal razón, su labor se extiende desde el campo empírico que deberá emplear en los primeros grados de la escuela primaria, hasta el dominio completo de la expresión artística en el coro representativo formado por alumnos de grados superiores o de enseñanza secundaria.
Su tarea es compleja, requiere un dominio absoluto de la técnica coral en completa relación con los principios comunes de la pedagogía y de la psicología aplicada a toda materia educativa.
El enfoque de la enseñanza coral variará de acuerdo a la edad, sexo y ambiente en que se desarrolle, con las invariables generalidades que ella supone.
En los primeros grados de la escuela primaria se empleará un método eminentemente práctico. El niño de 6 ó 7 años no asimila conocimientos muy amplios  en cambio posee natural capacidad imitativa.

Conviene entonces ejercitar solamente cantos a una voz y de contenido muy simple.

Tampoco olvidemos que el niño desea ante todo jugar, que las impresiones afectivas en su tierna edad son ampulosas, pero no duraderas, que su psiquis no permite periodos de concentración muy largos. Por ello Re obtendrá mejor resultado utilizando canciones alegres, de ritmo movido.
La extensión vocal será muy limitada, quizás de cuatro o cinco sonidos, pero se ampliará con una buena ejercitación.
En cambio el alumno de grados superiores ofrece mayores aptitudes para asimilar conocimientos que orienten su labor coral. Puede encararse ya la enseñanza de cantos a dos y tres voces.

La extensión vocal común es la siguiente:

Durante el período de niñez, varones o mujeres poseen el mismo «timbre» vocal, característico, llamado «Voz blanca». Solamente encontraremos voces más agudas y voces más graves, nunca contraltos o sopranos, como a veces equivocadamente se les designa, pues, el «timbre» de estas voces es distinto.
Los grupos en que puede dividirse un coro para entonar canciones a varias voces se integrarán simplemente por la extensión de las voces.
Al producirse la pubertad, se inicia el cambio o muda de la voz. Este fenómeno es mucho más acentuado en los varones que en las mujeres, pues en los primeros, la voz se transforma realmente, bajando una octava ya  veces más. En las niñas sólo adquiere mayor extensión y sonoridad más amplia.
La muda comienza generalmente entre los 13 y 15 años en los varones y a partir de los 12 en las mujeres. Su etapa de duración es variable. Puede cumplirse en pocos meses o llegar a varios años.

Durante el período agudo de la muda, es aconsejable evitar todo ejercicio vocal intenso.

El coro en la escuela secundaria será motivo de una orientación distinta. En este ciclo encontraremos voces en proceso de transformación y voces blancas. Además, niñas y varones, lo que dará oportunidad para formar coros femeninos, masculinos o mixtos.
El coro femenino ofrece menos riqueza de combinaciones vocales, por lo tanto, no convendrá la  práctica de cantos a más de tres voces.
En cambio, podremos lograr un buen efecto coral en el coro de varones si contamos con un grupo de alumnos que mantienen aun la plenitud de su voz de niño, y otro por aquellos estudiantes que ya han pasado el período agudo de la muda y poseen un registro más grave. No obstante, debemos tener en cuenta que el alumno de la escuela secundaria, ya sea varón o mujer,. no ha definido totalmente su voz. Es un error, como lo dijimos para las voces blancas, pensar en el empleo de sopranos, contraltos, tenores, barítonos o bajos.

Otros ‘factores importantes de una buena labor coral:

a) El ambiente edilicio en que se trabaja. La sala de música será amplia, aireada, protegida de todo ruido, dotada de gradas y piano.

b) El clima de seriedad, tranquilidad y silencio en que se desarrolle.

c) La ascendencia que ejerza el profesor sobre sus alumnos, fundada en un trato algo enérgico, pero afectuoso y comprensivo.

d) El nivel espiritual y artístico que debe impregnar constantemente la labor coral.

e) La enseñanza de las obras controlada escrupulosamente en su afinación y ajuste.

f) La elección de las obras corales.

Es aconsejable la práctica del coro «a cappella», porque’ el alumno educa mejor su oído, afina con mayor justeza, con mayor naturalidad que cualquier instrumento «temperado», si logra establecer la sutil diferencia de coma entre un bemol y un sostenido. Además permite cantar en cualquier lugar y momento, sin la necesidad de contar con un instrumento musical.
Es obvio, que un coro «a cappella» requiere mayor sensibilidad auditiva. Cualquier falla de afinación hará peligrar la pureza armónica y producirá un serio trastorno.
Uno de los peligros más comunes en que puede caer el coro «a cappella», es el de «calar». La voz sufre el efecto de la gravedad y tiende siempre a bajar. Hay casos en que un coro con excelente ajuste, que cala (hasta podríamos decir afinadamente) termina la interpretación un cuarto o hasta medio tono más grave.
Este peligro se evitará asegurando perfectamente la afinación en las prácticas parciales por voz e insistiendo en la impostación vocal.
El coro acompañado con piano, u otro instrumento, ofrece una ventaja: la afinación instrumental que le orienta.
Por sobre todo, aconsejamos evitar el acompañamiento improvisado; deben encararse solamente obras originales para coro e instrumentos, donde su autor ha concebido el perfecto amalgamamiento entre el total conjunto sonoro.
Antes de una actuación pública, el coro debe «vocalizar», «calentar las gargantas», corno alguien ha dicho.
En el coro «a cappella» la distribución común de cantantes es la que corresponde al ordenamiento natural de los sonidos, graves hacia la izquierda y agudos hacia la derecha del director.

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